domingo, 5 de mayo de 2019

Pasar un rompemuelles en Chalancalle

Dobla la esquina con el semáforo en verde el carro (digo que la dobla el tipo manejando el carro), va a velocidad media, para mi gusto, un poquito pasado de velo, frena al llegar al rompemuelles que está ahí nomás cerca del semáforo (entonces, si sabía del rompemuelles, podía haber doblado más lento, pues), toca la bocina para espantar a un perro que está en su camino, el perro se mueve, y el motorista pasa adelante. El ciclista (era yo) que entonces pasa a un costado del rompemuelles hace, con su sola aproximación, apartarse al perro, que sale de la vía, y pasa al costado, que es de tierra y pasto mustio (estamos en tiempo seco y se viene el frío: los verdes de las tierras del valle se harán amarillos pajizos y luego cafés y al fin, las plantas estacionales morirán).

Es un perro que por su moverse debe de ser viejo, hasta bien viejo; de color entre marrón muy oscuro y negro (es de noche y aunque hay luminarias de luz suficiente, no discierno con precisión el color de su pelo); es como un ch'api, esos perros crenchudos, simpáticos, serios de carácter, y que muchas veces tienen los ojos tapados por un cerquillo largo, pero que habitualmente son de color blanco perla, no así oscuros como éste. Es parsimonioso, está en su lugar propio. Pero se deja apartar de la vía, da paso a los rápidos y peligrosos que son el carro-motorista y el ciclista-bicicleta.

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