sábado, 8 de abril de 2017

Juguemos, pero con calma

Podemos volver a jugar, pero que sea con menos agua, que podamos echarnos nada más el agua que resbale de los dedos de una mano abierta, no juntarla en cuenco, no usar vasos, qué dices, y tampoco perseguirnos ni acosarnos por los pasillos, no cada uno con su vaso a medio llenar, es que es demasiado, no corretear, y yo no te voy a lanzar más el agua del pozo del cucharón hasta el corredor del piso de arriba, que si no llegó es porque allá arriba es lejos, alto, ni tampoco que tú a cada rato me sorprendas por la espalda mientras yo lavo las ollas en la pila del patio, no pues, que la regla sea que cada quien tiene derecho de sorprender al otro con una salpicada y nada más, y que el otro ya no pueda responder en ese momento, que no haya desquite inmediato, sino que deba buscar sorprender al otro en otra ocasión, después, ¿sí?

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Piensa. Piensa en el sediento cuando su primer sorbo:

¡El agua!

Agua, tú no tienes ni sabor, ni color, ni aroma, no se te puede definir, se te saborea sin conocerte.

No eres necesaria para la vida, eres la vida. Nos penetras con un placer que los sentidos no pueden explicar. Por ti vuelven a nosotros todos los poderes a los que habíamos renunciado. Gracias a ti renacen en nosotros los manantiales agotados de nuestro corazón. Eres la riqueza más grande del mundo, y también eres la más delicada, tú, tan pura en el vientre de la tierra. Se puede morir sobre un manantial de agua magnesiana. Se puede morir a dos pasos de un lago de agua salada. Se puede morir a pesar de los dos litros de rocío que contienen algunas sales en suspensión. Tú no aceptas mezclas, tú no soportas ninguna alteración, tú eres una divinidad recelosa...

Pero, en nosotros, tú derramas una felicidad infinitamente simple.


(Antoine de Saint Exupery, Tierra de hombres, original de 1939, cita de la edición Lectulandia, en internet, capítulo 7, página 106.)

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Revive el sediento:

... cuando [Saint Exupéry] tuvo que aterrizar forzosamente en el deiserto [nos cuenta Sabato en La resistencia], y él y su mecánico quedaron por tres días sin agua para beber. Hasta el rocío sobre el fuselaje del avión lamían al amanecer. Cuando el delirio ya había comenzado a poseerlos, un beduino sobre un camello, desde una duna lejana, fijó su mirada sobre ellos. El nómada avanzó sobre la arena, nos dice [Saint Exupéry], como un dios sobre el mar:

El árabe nos ha mirado, simplemente. Nos ha empujado con las manos en nuestros hombros, y hemos obedecido. Nos hemos tendido. No hay aquí ni razas, ni lenguas, ni divisiones . Hay este nómada pobre que ha posado sobre nuestros hombros manos de arcángel.

...

En cuanto a ti que nos salvas, beduino de Libia, te borrarás, sin embargo, para siempre, de mi memoria. No me acordaré nunca de tu roatro. Tú eres el Hombre y te me aparecerás con la cara de todos los hobres a la vez. Nunca fijaste la mirada para examinarnos, y nos has reconocido. Eres el hermano bien amado. ... Te me aparecerás bañado de nobleza y de benevolencia, gran Señor que tienes el poder de dar de beber. Todos mis amigos, todos misenemigos en ti marchan hacia mí, y no tengo ya un solo enemigo en el mundo.


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Siente en el paladar el agua:

... y a veces el agua muy fría de las cisternas
me hacía sentir mejor, después: la sombra de la noche.
He bebido agua que habían guardado en odres
y que olía a piel de cabra embreada.

He bebido aguas casi acostado en la orilla
de arroyos en que habría deseado bañarme,
con los brazos desnudos hundidos en el agua viva
hasta el fondo, donde se ve agitarse los guijarros blancos,
y la frescura me entraba también por los hombros.

Los pastores bebían el agua en sus manos;
yo les enseñé a aspirarla con pajas.
Ciertos días caminaba a pleno sol,
en verano, en las horas de más calor,
buscando grandes sedes que poder aplacar.

Y recuerdas, amigo mío, que una noche, durante nuestro viaje espantoso, nos relevamos, sudorosos, para beber en el cántaro de tierra el agua que este había helado?

Aljibes, pozos ocultos a los que bajan las mujeres. Aguas que nunca han visto la luz; sabor de sombra. Aguas muy ventiladas.

Aguas anormalmente transparentes y que deseaba azuladas, o mejor, verdes, para que me pareciesen más heladas y ligeramente anisadas...

Los goces mayores de mis sentidos
han sido sedes saciadas.


(André Guide, Los alimentos terrestres, 1897; copiado de Autores varios, La palabra intacta, páginas 52-53, Buenos Aires 1998; edición electrónica, Les nourritures terrestres, http://dlx.b-ok.org/foreignfiction/690000/f49bc7737832b546d2d745c3a505c26e.pdf/_as/[Gide_Andr%C3%A9]_Les_Nourritures_terrestres(b-ok.org).pdf, septiembre 2007.)

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Mira:

Agua toda el agua acaba ya de caer en chorro en el balde agua echada por mi mano dentro del balde y el balde está lleno casi lleno el agua salta a cada rato un poco menos y la superficie del agua contenida por el círculo del borde superior del balde empieza a aplanarse ese plano es a cada rato más calmo lo quieto del agua es lo que veo ahora que sigo mirando el agua se detuvo en el balde y es tan raro ¡bajó! en el balde parece haber menos agua que cuando acabé de llenarlo el agua se fue asentando se acomodó adentro abajo y entonces veo que le voy a echar un chorro más y qué rico ha de ser ver cómo salpica harto alto el agua y va dejando de salpicar cómo se aquieta se instala en su vaso el agua.

http://cuadernociclista.blogspot.com/2015/04/trauma-calma.html

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Y repitamos, con Francisco:

Alabado seas, mi Señor, por la hermana Agua,
la cual es muy humilde, preciosa y casta.



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