El ecologismo de los pobres y el antiextractivismo, por Joan Martínez Alier
Fragmentos de la visión de este ecólogo político y economista catalán.
A primera vista, parece que el ecologismo es un movimiento de la clase media de algunos países nor-atlánticos, que creció a finales de los 60 y principios de los 70, y que al final de la década de los 80 se implantó electoralmente en Europa. Sin embargo, existe un ecologismo de los pobres, fácil de descubrir en los recientes y fuertes movimientos ecologistas.
Para algunos, el ecologismo sería únicamente un nuevo movimiento social monotemático, propio de sociedad prósperas, típico de una época post-materialista. Hay que rechazar totalmente esa interpretación. En primer lugar, el ecologismo –- con otros nombres –- no es nuevo. En segundo lugar, las sociedades prósperas, lejos de ser post-materialistas, consumen cantidades enormes e incluso crecientes de materiales de energía y, por tanto, producen cantidades crecientes de desechos. Ahora bien, la tesis de que el ecologismo tiene raíces sociales que surgen de la prosperidad, se podría plantear, no en términos de una correlación entre riqueza e interés “post-materialista” por la calidad de vida, sino precisamente en términos de una correlación entre riqueza y producción de desechos y agotamiento de recursos.
Los movimientos sociales de los pobres están frecuentemente relacionados con sus luchas por la supervivencia, y son por tanto ecologistas -– cualquiera que sea el idioma en que se expresen -– en cuanto que sus objetivos son definidos en términos de las necesidades ecológicas para la vida: energía (incluyendo las calorías de la comida), agua, espacio para albergarse. También son movimientos ecologistas porque tratan de sacar los recursos naturales de la esfera económica, del sistema de mercado generalizado, de la racionalidad mercantil, de la valoración crematística (reducción del valor a costos-beneficios) para mantenerlos o devolverlos a la oikonomia (en el sentido con que Aristóteles usó la palabra, parecido a ecología humana, opuesto a crematística). Así, una “economía moral” viene a ser lo mismo que una economía ecológica.
La ecología de la supervivencia hace a los pobres conscientes de la necesidad de conservar los recursos. Esta consciencia a menudo es difícil de descubrir porque no utiliza el lenguaje de la ecología científica (aquí hay una diferencia con el ecologismo nor-atlántico), sino que utiliza lenguajes políticos locales, a veces religiosos. Ha habido y hay luchas sociales dirigidas a mantener el acceso popular a los recursos naturales contra la privatización (o contra la estatización).
El mercado (y también por otras razones el Estado) no valora los costos ecológicos, que siempre son de fondo, de tipo macro. Por tanto, las luchas sociales de los pobres para mantener el uso de los recursos naturales fuera de la economía mercantil (o fuera de la administración estatal) son, al mismo tiempo, luchas por la conservación de la naturaleza.
El eco-socialismo es más propio del Sur que del Norte, precisamente porque en el Sur las luchas anticapitalistas son muchas veces, aún sin saberlo sus protagonistas, luchas ecologistas.
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