La supeditación, o El escudero
Ya -- añadió -- cuando asienta un hombre con un señor de título, todavía pasa su laceria. ¿Pues, por ventura, no hay en mí habilidad para servir y contentar a éstos? Por Dios, si con él topase, muy gran su privado pienso que fuese y que mil servicios le hiciese, porque yo sabría mentirle tan bien como otro y agradarle a las mil maravillas. Reílle ya mucho sus donaires y costumbres, aunque no fuesen las mejores del mundo; nunca decirle cosa con que le pesase, aunque mucho le cumpliese; ser muy diligente en su persona en dicho y hecho. No me matar por no hacer bien las cosas que él no había de ver; y ponerme a reñir, donde lo oyese, con la gente de servicio, porque pareciese tener gran cuidado de lo que a él tocaba. Si riñese con algún su criado, dar unos puntillos agudos para le encender la ira, y que pareciesen en favor del culpado; decirle bien de lo que bien se estuviese y, por el contrario, ser malicioso, mofador, malsinar a los de casa y a los de fuera, pesquisar y procurar de saber vidas ajenas para contárselas, y otras muchas galas de esta calidad, que hoy día se usan en palacio, y a los señores de él parecen bien. Y no quieren ver en sus casas hombres virtuosos, antes los aborrecen y tienen en poco y llaman necios y que no son personas de negocios ni con quien el señor se puede descuidar. Y con éstos los astutos usan como digo el día de hoy, de lo que yo usaría; más no quiere mi ventura que le halle. (Copiado de Lazarillo de Tormes, tercer tratado.)
Supeditación real / formal, diaria ; ética del ser menos, proyecto de desaparecer
Supeditarse o someterse o dejarse dominar, ser subsumido, permitir que lo controlen a uno, ceder ante la pretensión ajena de despojarlo a uno de la independencia, renunciar a la autonomía, perder los fines propios, servir a fines ajenos, para, al fin, creer haber hecho propios esos fines ajenos. Ser llevado adonde uno no pensaba, no pensaría estar ; dejar que le asignen a uno el lugar que otros diseñan para uno, no hacer uno su propio lugar en mundo. Situación que se empieza a entender si el aire que uno respira es el del miedo. El miedo es encubierto por, o se disfraza, a veces, de seguridad : miedo a que le vaya a faltar a uno lo que acostumbra comer o tener, miedo a que lo vayan a tratar mal a uno, miedo a no saber qué hacer cuando uno se muere de miedo. (Se someten voluntariamente, tanto muchos, casi todos los de abajo, como todos, todos los de arriba. Afirmar esto pide una explicación, que haré luego.)
Por si acaso, eso de hacer yo mi lugar en el mundo, poco tiene que ver con hacer lo que me dé la gana, nada tiene que ver con desdeñar o negligir al mundo ; no es negar las potencias del afuera para apretarlo o romperlo o difuminarlo a uno, ni fantasear desde los deseos de uno. Pero el darme yo mi lugar sí pide un soñar, soñar despierto, en el mundo, desde él, y, desde mí, soñar contra él, pero siempre para el mundo. Que, en parte, soy yo, pues, que me tiene ; al que seré fiel, acariciándolo a golpes, rompiéndolo a caricias.
Regreso a lo de que es el miedo lo que hace a todos los de arriba someterse al modo del mundo. Es que el modo del mundo es, hoy, como una tabla inclinada, que lleva a que, para unos, situados en ciertos puestos, sea fácil abusar y, para otros, situados en otros lugares, sea difícil renegar del abuso. Entonces, para tantos de entre el personal de los poderes del mundo, el miedo se encubre de interés propio : hay quienes entre ellos creen estar en el país de Jauja, cuando apenas ahí, justo al lado, de veras dentro de ellos : el miedo. Cada día el miedo, un atisbo, un relámpago, un vislumbre de terror. Al jefe, ¡ que... por qué... cómo ? A no estar entendiendo lo que esa mirada, la del chofer al cerrar la puerta, la de la peluquera al despedirteee, ¡ qué quiso decir, me odia, por qué, qué le hice yo ? Al mañana, ¡ qué hay hoy mañana haier que ubo abrá ay que ? ¿ Quién soy ! yo ... no .
Y se me ocurre, no lo sé, pero lo creo probable, que la gente de poder no llega a verse con los ojos de antes, de cuando tenían menos poder o no lo tenían : no dicen, por ejemplo: ¿Cómo es que ahora amenazo con la muerte a la gente que me rodea, cómo, por qué, de dónde me sale esta potencia de ponerme a ordenar al soldado, al policía que golpee, que hiera, que mate a esas personas?
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