Lugar mío
Corredor largo, retorcido, en penumbra. Corredor por el que, a cierta hora de la tarde, cuando el sol da a las calaminas de plástico traslúcido verde del techo, se esparce una luminosidad fresca que cambia el color de las cosas, cambia el color de mis manos. Corredor de piso de tierra apelmazada, y de paredes de barro, barro amasado, barro en bloques. Corredor lleno de gente que pasa, con la que me encuentro, que me saluda, a la que devuelvo el saludo, gente con la que bromeo, con la que negocio, con la que hablo, gente con la que no hablo, gente a la que necesito y que me necesita. Corredor estrecho, así es mi lugar hoy, el sitio en el que me siento, me sé adentro, y consciente de, viviendo este afuera necesario. Es el lugar en que, hay día en que hasta en voz alta, canto.
-- Cantar en voz alta es dejar que la tristeza, una materia de que está hecha esta alegría, se muestre, serena. (Esto es una contradicción, y es oscuro.) Es hacerle cosquillas a mi pena, dejándola, atemperada, en su sitio, aquí.
Cantar en voz alta ¿qué tiene que ver con la bicicleta? Nada. Conmigo ciclista, a veces, vamos juntos, las canciones de otros, por mi boca, y yo, yo ciclista.
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