miércoles, 29 de octubre de 2014

Parchar es tapar el hueco en la goma, cerrar la fuga de aire y así poder volver a usar la bicicleta

Ya, pero ¿ por qué cada vez que lo hago me recrea, devuelve el tono a mi día, me hace sentir bien ?

Será porque, siendo algo manual (me siempre ensucio las manos al hacerlo), no deja de ser fácil.

Ayer martes, pinchazo en el centro. Voy a parchar yo mismo, pero necesitaré agua para ubicar el agujero. Mejor ir a un taller, por si acaso necesito alguna herramienta más. Claudio bicicletero no está. No hay ningún otro taller cerca. Me acerco donde el librero Edwin (con quien tengo reservado un montón de libros viejos). Buen espacio en la acera. Y Edwin tiene, además de balde y agua, alicate y destornillador, con los que ajusto el freno delantero.

¿Cómo era el hueco, cómo fue la parchada? Lo cuento mañana.

-- Hoy es lo que ayer llamé mañana. Hueco pequeño en la delantera, hecho por alambre delgado de llanta de carro. Alambre introducido transversalmente en la goma de la llanta, difícil de sacar, tanto, que al pellizcar con el alicate, mordí la goma, quitando un pequeño trozo, sin afectar mucho a la llanta, que, de toda forma, vi con detalle, habrá que cambiar pronto.

Me gusta, al parchar, estar seguro de que lo estoy haciendo bien. Para esto, marco el lugar de la fuga con un lapicero : hago un círculo que enclaustra el punto, y unas líneas que lo sitúan, una cruz y, virando cuarentaiconco grados, otra cruz (no sé si me entienden), porque el lugar mismo habrá que lijarlo para que el remiendo pegue bien. Entonces, me gusta suponer (1) que este es el único hueco, y no buscar más otro, y (2) que pegué el parche bien pegado, justo donde debía, y no revisar el resultado de la operación, sino guardar ya la cámara dentro de su recinto de aro-llanta. Como si fuera un experto. Como si no me hubiera equivocado tantas veces. Hay tantas instancias para errar al parchar... Pero si lo hago con calma, si estoy tranquilo, casi siempre sale bien nomás.

¿Quién me enseñó a parchar? Rodrigo mi hijo, cuando él tenía doce y yo treintaiséis, yendo a Tiraque junto con sus compañeros de Kusikuna (yo solo los acompañé hasta Paracaya, la entrada a Punata). Pero fue unos meses después cuando : solo, harto solo, parchar una llanta de la bicicleta, comprar antes lo necesario, y hacerlo en casa, solo, tan solo, tardando... ni yo lo creo ahora... tardando una hora, de veras, y rebelándome contra la necesidad de hacer lo que hacía, contra el parchar, despotricando contra cómo es esta vida ; hacer eso, poner un remiendo a la llanta de mi bicla, fue el empiezo de reorganizar mi vida hacia como ella es ahora.

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