Una queja más contra los autos de noche
Comía algo rico, sentado en una banca de una placita triangular, no muy lejos de donde vivo. Es media noche. No me gusta el ruido de los autos que siguen pasando cerca de donde estoy, por la avenida V. Ustárez, y no lejos, por la av. Blanco Galindo. Debo esforzarme para que no me gane la amargura, forzarme a no insultarlos dentro de mí, a no mascullar insultos, porque no los voy a gritar: ellos, los hombres y mujeres encarrados, teniendo toda la tolerancia social y cultural en unas vías abiertas, en una sociedad desgarrada, en esas vías, tienen el poder, mandan, pasan dañándome.
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