Juggernaut en Illataco
El peso arrollador de un carro que avanza moliendo el suelo, aplastando las piedras que hay en él y comprimiendo la tierra, su ruido que ensordece, llena el aire, su tamaño que cubre la mitad o más del ancho de este camino de Illataco hacen innegable su ser ajeno, intruso, y destructor.
-- Para trasladar cosas más pesadas que la gente, ¿hay alternativas a los vehículos con motor a combustible fósil? ¿Se pueden armar máquinas con pedales impulsadas por el número necesario de hombres o mujeres?
Por los caminos (que no calles!) de Illa, los que no somos estudiantes del colegio J. M. de la Lanza vamos vestidos con ropa vieja, a veces, rota y, los que estamos en medio de una tarea manual dada, hasta sucia. Siento que esta disposición de la gente a andar afuera como andamos adentro no combina, no es adecuadamente proporcional (sé de las proporcionalidades por I. Illich) al paso llenador, físicamente exagerado de los carros a motor. En Illa, como en tantos lados semirrurales de estos valles, la gente, al pasar cerca unos de otros, todavía nos saludamos. Pero es cierto que muchos dueños de lotes los están cercando y edificando, para lo que, según la estética urbanizante de esta región, talan, ramean los árboles linderos, descartan los setos vivos. Abiertos los caminos al avasallamiento a motor, unas motos a velocidad descocida los desolan, unas camionetas pesadas los aplastan, siguiendo así los pasos iniciales de la progresiva militarización = deshumanización de nuestras economías en el valle: ultra eficiencia, lógica ingenieril y no lógica de remendón, castigos físicos y simbólicos inmediatos y fuertes a los infractores de las reglas, exclusión de los actores menores, apertura a intervenciones externas por aliados, siempre dañinos, de los dominantes en el sistema.
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