Recuerdo al maestro Víctor
En lugar angosto, tuve que desvolcar a la bici que estaba patas parriba. No intenté hacerlo al modo en que el (hace cuatro años) finado Víctor Zegarra lo hacía: tomando a las bicis, ya no recuerdo si de la goma y aro de su rueda delantera o de algun punto casi central del cuadro y haciéndolas dar ciento ochenta grados de vuelque o desvuelque.
Extraño al maestro Víctor, dicho Robinson: su ser callado, serio, su mirar de frente, firme. Pronto en mis nueve años de frecuentar su taller le disculpé las imágenes de calatas con que empapelaba sus paredes. El cuarto donde funcionaba el taller sigue sin realquilar; una de laa hojas de la puerta de madera sigue pintada con su sobrenombre, en letras mayúsculas, de arriba abajo.

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