viernes, 25 de marzo de 2022

Perro negro en la noche en Illataco

Hay un perro negro dos cuadras abajo de donde vivo que al llegar yo de vuelta en la noche, logra que me baje de la bicicleta (y se lo agradezco: porque así camino, y caminar es lindo, y porque me vence, y a esta edad, perder es cosa diaria...). Al llegar a su lugar (sin piedras para él en el bolsillo de la chamarra, como las tenía para otro perro muy insistente, hace cuatro años, en otro lugar), con mi solo acercarme, se entra a su casa; pero una vez pasado yo, sale ladrando (qué conveniente que se dé a conocer; imaginen que se me viniera de callado desde atrás... hay algunos perros que lo saben hacer) y me persigue, no tan de lejos como yo quisiera. Así que prefiero bajarme nomás y caminar. Entonces, camino lento, hablo, y si es necesario, me doy la vuelta, encarándolo; con lo que él da media vuelta y de nuevo se entra a su casa, ladrando. Alguna noche, esto se repite. ¡Es un juego! Después, mientras el negro se queda ladrando atrás, al poco rato de camino, de la casa vecina salen dos y más perros, también ladrando, pero estos saltan, se me acercan, los dejo acercárseme, dejo una mano atrás para que uno o una de ellas la toque con su hocico, caracolean, ladran fuerte, corren de aquí para allá, en fin, son perros, pues.

-- De otro perro negro: https://cuadernociclista.blogspot.com/2018/03/el-perro-en-la-noche-de-la-calle-santa.html?m=1

De perros que me sienten pedalear cerca de ellos: https://cuadernociclista.blogspot.com/2019/05/perros-en-las-noches.html?m=1

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