Dedo abstracto
La uña del dedo índice de la muchacha que a las ocho de la mañana acaba de abrir el puesto de venta de empanadas tucumanas en la avenida Heroínas casi esquina con Ayacucho, su dedo toca el vidrio de la caja de mostración, su uña golpetea ese vidrio, al ir contando ella las ¿calientes? empanadas, una a una, y cada empanada abstraída, de esta leve manera disminuida, convertida en desestimable, una empanada más, como, más tarde, en minutos, cada comprador de empanadas será vuelto, para ella la vendedora, en otra unidad más, contable solo en la medida abstracta en que a ella le dejará una, unas monedas, que ella a su patrona devolverá.
¡La mayonesa con que yo acompañaría un mascar mío de una a dos tucumanas, las cebollitas escabechadas, el ají fuerte, los más trocitos de verdura que le pondrían fibra a los bocados! Yo ya desayuné, y agua, propiamente, no se me hace la boca, pero las tucumanas me gustan, un poco menos que las salteñas, pero me gustan.
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