El mayor de ejército en el micro a Quilalcollo
Sentado a mi lado en el micro, un hombre de unos cuarenta años, uniformado, hurga su teléfono móvil, durante varios kilómetros. A medio camino, deja el aparato y empezamos a hablar. En resumen, me dijo que Bolivia no estará bien mientras el ejército no "entre" al Chapare [y derrote a los cocaleros], que, como aprendió de un maestro suyo, los males se los erradica de raíz, que este es un país de resentidos, que hay sacar de la escena política a Evo Morales, que él ya combatió contra los cocaleros hace quince años y más. Hablando de sí, me dijo que es hijo de agricultor, que en Bolivia hay espacio o apertura para avanzar [económica, socialmente], como su caso lo muestra.
Rencor, dureza, inclinación hacia la muerte, a matar. En un momento el mayor hizo con una mano el gesto de corte, de matar, eliminar. Me dijo que en su teléfono jugaba a la guerra con compañeros suyos como parte de unos ejercicios incluidos en su formación o instrucción.
Fue el viernes, hacen tres días, volviendo a Quillacollo al comenzar la noche.
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Esto es algo que debo haber hecho o recibido antes, hacen treinta años, cuando me movía en micros y otras movilidades de pasajeros : charlar, oír a la gente, conocerla un poco. Tiene su lado rescatable esto de andar como pasajero, llevado, transportado a cambio de unas monedas.
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