El vengador
Corre adherido al costado de lata del carro, ladrando, pasa junto al carro la esquina, y de ahí se vuelve. Las ancas son poderosas, son sus muslos en el acto de perseguir al que se va, al carro. Ahora persigue a otro carro, y otro perro lo ayuda a acosar al carro que... asombroso... acelera, o sea, ¡huye! en efecto. Vuelve el perro y ahora que dejó de atacar, decrece a mis ojos, ya en reposo asume su tamaño apenas mediano ; es nada más un perro suelto, en la calle. De dos años a dos años y medio, mezcla de color blanco con café claro, con las orejas caídas, cabeza maciza pero no grande. Es lindo. Y al pasar a mi lado siento su husmearme a la distancia, con respeto. Un perro ubicado. Un vengador tranquilo, un deportista de la persecución.
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