lunes, 20 de mayo de 2019

El Qhewalo

Vamos juntos durante unas cuadras en el centro de la ciudad. Hemos acordado ir por el camino viejo a Quillacollo. Le pregunto por dónde salimos, si por el puente Waina Kápac. Me dice que por cualquier lado es igual. Así habla un ciclista. Pasamos el puente y él acelera. Le doy alcance, me pongo a su lado. Paso una esquina raspando al carro perpendicular a mi bici, y desde atrás hace un "uu". Vamos por el kilómetro dos y él me adelanta, empieza a correr más aun, tanto que me cuesta varias cuadras emparejármele. Vamos por el kilómetro seis y se va quedando atrás. Yo sigo, hasta que, volviendo la cabeza, no lo veo venir; vuelvo unas cuadras atrás y allá está. Retomo la ruta, a ritmo lento, confiado en que pronto vendrá a mi lado, pero no viene. Yo sigo. Vuelvo la cabeza cada rato, y no, no viene. Sigo adelante.

Es el Qhewalo (palabra quechua que quiere decir cobarde; la terminación -lo le da un poco de cariño; qhewa quiere decir afeminado o maricón). O así lo llamó su mujer (ella vende ollas y bandejas de lata en el mercado Calatayud) cuando, bromeando, y para sacarle palabras de la boca, le dije que ya sabía que ella se compraría una bicicleta e iría al lado de su marido, o que se dejaría barrear en la bi de él (ella es gorda, bien gorda, y usa pollera). "Entonces -- le dije -- como es que él anda en bi y tú no". Ella me respondió que lo hacía por qhewalo, es decir, por no gastar, por tacaño, por agarrado con el dinero. Lo que no es cierto. Lo hace para sentirse fuerte, así lo entiendo yo, después de oírle sus historias. Hace unos años se tiró con la moto y desde entonces renunció a ella. De muchacho se tiró al barranco con un carro, y le quedó el miedo. Es albañil. A veces llega a recoger a su mujer a pie, sin ninguna de las dos bicicletas que tiene, una de paseo y otra montañera, y me dice que es que está cansado, que hoy va a descansar de la bi. Él mismo mantiene y repara a sus máquinas.

Pero a su edad -- que calculo parecida a la mía, entre cincuenta y cincuentaicinco -- y siendo un albañil que trabaja con el cuerpo, es fuerte, y en nuestro paseo me jaló hacia adelante, me hizo correr como hace tiempo no lo hacía. Ahora, espero que no le haya pasado nada. Nuestro acompañarnos en bici fue anteayer sábado y hoy lunes en el mercado no apareció su mujer ni él. Espero que su quedarse atrás del sábado haya sido por haber encontrado a algún conocido o por cualquier razón que no fuera cansancio u otro contratiempo.

Medio año después. Este amigo, tan maltratado de boca por su mujer me contó, mientras orinábamos juntos en el baño del mercado Calatayud, de un grave molestia en un costado de su cadera, por una caída que hace pocos meses tuvo al trabajar de albañil (es maestro albañil). Los entendidos que le trataron la cadera, no le ayudaron ; los dolores seguían, y al caminar él debía descansar a cada cuadra. Bueno, hace unas semanas, yendo en su bicicleta, lo atropelló, desde atrás un carro, que no iba tan fuerte, pero a mi amigo lo tiró duro al suelo. Desde ahí, desde el piso, con mucho dolor, se alzó para, en defensa de su propio cuerpo, comenzar a pelear contra el motorista, con la boca, con lo que de su cuerpo fuera necesario usar. Ya erguido, estiró violentamente el brazo en un puñetazo que a través de la ventana del carro dio de lleno en un cachete del motorista... y, ¡ qué tal ! cuánta maravilla : KAJ le sonó su cadera, y kaj, solucionado quedó el problema el dolor el cansancio la incomodidad allí.

De él y su mujer : se quieren, se atienden, se ayudan, se acompañan. Son una pareja de amigos. Da gusto verlos.

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