Estoy flojo
Una cuesta empinada de unos seis quilómetros me venció. No pude pedalearla, y me bajé de la bicicleta. Caminar no me cansó. Fue la combinación de la dificultad de la subida con unos días especialmente trabajosos y con una máquina en no demasiado buen estado, lo que me hizo renunciar. Me sentí menos. Todavía no vuelvo por allí. Dos semanas después, el efecto disminuidor sigue, y yo aun no creo el haber tenido que bajarme de la bicicleta.
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