El poder
En Apocalipse motorizado [http://brasil.indymedia.org/media/2008/04//417244.pdf], que leo por segunda vez, hay un texto de Caroline Granier que habla de la transformación de una persona en motorista : toma el volante y le sale baba, sus ojos echan chispas, su boca insultos. (En carta desde Buenos Aires, en 2003, una amiga me contó que exactamente lo mismo les ocurría a sus vecinos motoristas.) Otro texto de esa compilación hecha por Ned Ludd, el firmado por míster Social Control, explica que son los veinte mil dólares gastados en el carro los que empoderan a su esgrimidor para convertirlo en el arma con la que amenaza, mutila, mata a los peatones, a otros motoristas ; al comprar un auto, lo que el motorista compra es esa capacidad ampliada de dañar.
Muchas veces en estos cuadernos ciclistas maticé estos extremos del acoso y la agresión motorista diaria que, aunque reales, presentes, no son uniformes, al menos, no lo son acá en Cochabamba ; hay también gente al volante que te trata bien, que te tolera, espera a que, tú peatón, tú ciclista, pases, hasta te deja pasar antes, hasta que te hace favores que no les pides. Pero nunca dejará de ser adecuado cuidarnos, vigilar, precaver.
Ahora comparo la transformación de hombre en motorista con la transformación de hombre o mujer hombruna en hombre de poder. La pude ver y me asombró, hace veinte años, en un exitoso hombre de política universitaria, mi amigo, convertido en ministro : viéndolo caminar de lejos y acercándome a él, pude percibirle, y así lo registré por escrito, un aura, él no era más él, era otro, era el ministro ; el séquito de personas que arrastraba, solícita secretaria, mendigante chofer (estaba yo tan cerca como para saberlo) y un otro, englobados, incorporados al aura del hombre de poder (quien meses después soportaría la segunda gran vergüenza de su vida, cayendo en desgracia), hacían brillar al hombre. Sus ojos, los del ministro, refulgían, sus miembros trazaban graciosas curvas en el aire, su tronco, sus nalgas se movían airosamente. Parte de la luminosidad de esta acción la habré aportado yo, admito. ( Pero la mierda que llevaba adentro en las tripas habrá sido parecida a la que siempre llevó, supongo, parecida a mi propia mierda y a la de los demás. )
Me ha tocado, en el curso de los años, ver transformaciones parecidas en algún amigo y en alguna persona aun más cercana : comidos, tragados ellos por el poder, que es la capacidad de amenazar con la muerte a los otros hombres y mujeres, para hacerlos hacer lo que, de no mediar tal amenaza, no harían ; el poder, que es la realidad de ponerse a matar (usando empleados asesinos, los soldados, los policías) a otros hombres y mujeres, para que, transidos por el terror, los sobrevivientes hagan caso al poder, para que se sometan. El poder es muerte : amenaza de muerte, que solo se sostiene con la actualidad del asesinato.
(Elaborar sobre origen palabra asesino , sicario ; matar por encargo.)
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