Árboles quietos que soportan apenas a carros veloces
Vas en bicicleta por una avenida ancha y rápida como la Blanco Galindo, vas lento, y, disparados por el verde del semáforo de atrás, los pelotones de quince, treinta carros te pasan rápido, pronto se van adelante, se pierden, y durante un momento, tienes algo de tranquilidad. Pero es que al adelantarte, la gran diferencia entre tu lentitud y su velocidad trauma esa cercanía indeseable.
Vas en bicicleta por una avenida tal, vas rápido, y el pelotón de carros te acompaña un buen trecho, tarda más en irse adelante. La menor diferencia entre tu ritmo medio y la velocidad algo mayor de los carros disminuye, en la experiencia ciclista, lo molesto de la cercanía entre los motoristas y tú en bicicleta.
Para los árboles, que se quedan quietos, hasta los ciclistas debemos de ser una molestia, pues los carros y nosotros les pasamos zumbando, a toda velo. Y ellos : aguantar nomás, ahí plantados, quietos.
Pero los árboles sufren muchos otros daños de los carros que les pasan cerca : los camiones de carrocería alta les rasuran sus ramas ; fijarse en las hileras de árboles grandes a lo largo de avenidas como la Tadeo Haenke (hablo de los árboles de la jardinera central, acercándose desde el centro de la ciudad hacia el cruce con avenida Melchor Pérez), cómo sus copas van siendo rapadas por el paso de los carros grandes. ¿Cómo soportarán el ruido de los carros? ¡Cómo se tragarán su humo venenoso! Y las luces de los carros, ¿qué efectos tendrán en los árboles? La iluminación de las calles, de todas las calles en casi todas las zonas de la ciudad, durante toda la noche, no debe ser buena para los árboles. Y el polvo que los carros levantan, cuánto ensucia las hojas de las plantas, pegándose a ellas, asfixiándolas.
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