martes, 29 de agosto de 2017

El mal

Está en la cara del hombre, en el gesto de la mujer detrás del volante, cuyo pie aprieta el acelerador y alimenta de combustible el motor que ruge del auto que me amenaza, está en rictus con que sigue adelante, destruyendo el mundo con su motor, negligiendo al otro en la calle : ahí está el fracaso de hombres y mujeres : siglos de buscar actualizar la potencia usando a otros hombres, usando animales, usando máquinas desembocan en el automóvil, un millón cuatrocientos mil muertos y cincuenta y cuatro millones de heridos por hombres y mujeres que manejan carros en 2013 (https://en.wikipedia.org/wiki/Traffic_collision). Está en el ruido que hace un carro cerca de mí, acelerando, amenazando, asediando, el motorista quiere que yo sepa que, para él, yo no valgo, pues yo soy un hombre y en cambio él es un apéndice de la máquina de muerte final y total instalada en este mundo, inspirada por el mismo mal.

[Quiero enlazar esto de la cara del motorista y su gesto como el mal sin atenuante, con cantidad de situaciones tipo en medio de la calle hoy aquí, que son el mal, situaciones en que peatones y ciclistas somos amenazados, asediados. Quiero enlazar estas dos cosas con muchas otras cosas... pero no puedo ahora, no puedo, en la cabeza, y aun en los ensayos de discurso, es decir, de emisión ante gente, hablando, me sale; pero para escribir, al tiro me siento incapaz, como si no fuera a salir nada más que un disparo de fanático.]

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