Jesucristiano y ciclista
Charlando a un grupo o hablando a personas sueltas sobre los ciclistas en medio del tráfico, en los últimos diez años, cuando me acercaba al tema de los movimientos de ciclistas en otras partes del mundo, introducía la cosa diciendo que entre los ciclistas organizados hoy hay de todo, entre ellos mujeres de clase media en el noroeste estadounidense que salen en montañeras, vuelven embarradas en verano y, para la foto, en medio del campo, se sientan a tomar el té, con modales de dama, riquísimo; exultaba a los ciclistas mensajeros neoyorquinos, su ir contrarruta, y sus carreras de antes de la madrugada; señalaba a la monterrealesa Claire Morissette, al waldeniano Ken Kifer; hablaba largo de Chris Carlsson, la masa crítica, y de los ciclistas vehiculares, sus enemigos teóricos; asustaba con la marcha ciclista del silencio y con las marchas desnudas ciclistas; tocaba a Reclaim our streets y los días sin autos; criticaba a los ciclistas verdes, que en diferentes ciudades del mundo suelen no reconocer la tradición de un siglo de lucha política ciclista, luchas que tuvieron muchas derrotas y alguna victoria. También, como de pasada, y para hacer reír, mencionaba a un grupo del que me enteré viendo la red internet, hace doce años, los pedaleros por Jesús. Qué ironía, ahora, y desde hace un año, yo, convertido en seguidor de Jesús de Nazaret, estoy dispuesto, a una palabra suya, a ir a donde sea, cuando sea, solo o acompañado, en bicicleta, a pie, en lo que sea.
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