jueves, 16 de abril de 2015

En la Pampa (2)

Esta música está hecha de dos partes, una es alta, santaweracrustatala wawaigui dada dadada..., la otra es sordina, el acompañamiento. El efecto del acordeón es como de un órgano con su orquesta. La música. Ondulan los pies del viejo que sentado mueve el acordeón, los pies dentro de abarcas de goma, abarcas que no los contienen del todo. Tiembla el borde inferior de su pantalón, de donde sale el tobillo, el talón rajado, moreno oscuro el color de su piel, grande el pie que se mueve, lento, al compás de su música.

Sostenes de mujer, de todos colores, y los que veo no son de los de tamaño grande, en el puesto del frente. Me gusta ver esta prenda, veo, mientras la música ocurre.

Es pronto que llegará la fiesta de la santa y vera cruz, la de la música que, ella sola, marea, la que engulle al visitante de ese lugar sagrado.

Sentado al lado del músico, yo gozo, me quedo en mi sitio, oigo, sueño, me mezo. Ya, dice el hombre, está bien, y la música deja de sonar. Despierto... Le pregunto si hoy en la mañana ha de estar, como suele, en la calle veinticinco entre ladislao y calama. No, kunandía no. Otro día será. De dónde sacará el viejo que soy camba. Bah. Si siguiera tocando, mientras me voy yendo.

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