miércoles, 19 de febrero de 2014

La luna

Las noches pasadas me puse a ver la salida de la luna, y, en medio de nubes, a veces pude verla. Estuvo llena hace dos días. Yo : sencillamente rendido, chocado por ella.

Es especial, porque cuando ella sale yo estoy justo trabajando, moviéndome, y entonces, de pronto, pienso, me acuerdo de ella, y levanto la cabeza, y ella : allí, dándose, entera, grande, de veras necesaria y del todo inaprehensible. Solo ella.

La luna es grande y está lejos. Se deja ver... en el cielo. Después se va. Pero vuelve. Cambia, cambia de forma, de tamaño, crece, enflaquece... Cambia de curso : su punto de salida bascula entre noreste y sureste, y oscila opuestamente su punto de entrada. Cambia su hora de salida, cada día más tarde que ayer.

Es blanca o pálida o terrosa o gris, según cuándo.

Me puse a verla últimamente, porque me di cuenta de que olvidaba seguirla regularmente, me estaba olvidando de ella. Entonces, hoy y en estos días, pendo de ella -- durante unos ratos.

La luna me alegra. Me pone en sintonía conmigo, con mi vida, con el curso de ella.

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