Te vas a acordar que a tu padre le gustaban los cerros
TAMBIÉN PUEDES CALLARTE y... pero cállate, qué boquita, che... y mirar lo que yo estoy mirando, no esa casa grande, esa, no la señora de pollera, qué vieja ¿no?, ¿la conoces?, salúdala. ¿Qué estoy mirando? ¿Sientes mi quijada? ¿Te acuerdas cómo te apretaba la cabeza con la quijada, así? Tú hacías fuerza desde abajo, era cosa de ver quién soltaba primero, nos hacíamos doler, un poco, creo. ¿Qué cosa es la que estoy mirando? Saca los dedos de ahí, que si tengo que frenar te los voy a apretar, sabes eso; tú eres el que debe recordarlo, yo me voy a olvidar. ¡Otra vez! Cállate, no hables tanto. ¿Qué miro? Los cerros; te vas a acordar que a tu padre le gustaba ver los cerros. Ya, hombre, sigue contando de la gorda, aunque creo que estás exagerando, no te creo ni la mitad.
-- Esto es del 2006.
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