La alegría
LA ALEGRÍA PEDALEA sobre dos ruedas, tiene dos ruedas, son dos ruedas. Bajando, la bajada es amable; pero también, un rato, subiendo -- no le voy a quitar al subir lo que tiene, si no exige demasiado.
Vengo de Tiquipaya. Salí temprano, llevé a Er a Kusikuna, llegamos antes de clases, nos fuimos a dar una vuelta a pie, entramos a un bosque de eucaliptos (tengo dos hojas frescas en el bolsillo, ya las voy a oler), caminamos con las cabezas echadas atrás, mirando arriba los árboles tan altos, me retó a correr, lo gané, Er tiene siete años, me dijo que sobre piso de cemento me haría bolsa. Desayunamos por segunda vez, pan con queso. Estuve también con Laura, que está demasiado grande y se pinta las uñas, ¡tiene ocho años!
¡Los cerros, tan cerca desde Tiquipaya!, el Tunari de costado, casi tan ladeado como subiendo a la Taquiña. El aire limpio, anoche se mojó con una agüita que cayó un poco -- aunque por esos lados siempre llueve más que aquí en la ciudad, que fue donde estuve y sentí las gotas, pasada la medianoche. El color de los cerros, sus formas. No me canso de verlos.
De vuelta, por la Pampa a media mañana, desde la San Martín y Punata, la cordillera entera, vista con muy pocos estorbos de cemento, ladrillo. Avanzas y se va enmarcando, recortando; vas llegando a la Cancha y vuelve a crecer a los lados, ensancharse, el espacio se abre, cancha libre: la cordillera.
-- Viví esto a fines del 2006.
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