miércoles, 20 de septiembre de 2017

Transformers

Baja de la bicicleta. Sube a su carro.

Evade al pedal a un motorista que por poco lo mata en una avenida rápida. Al volante por el centro, respeta a los ciclistas, diciéndose cada vez: Estos ciclistas, ay, yo no soy así, yo me cuido mejor.

Esto está mal. ¿Lo ves? ¿Puedes entenderlo? Los transformers son personas que ocupan el lugar justo, lugar único para superar, abolir la distancia invisibilizante que Ivan Illich encontró entre las velocidades del moverse la gente a pie -- desde muy muy despacio hasta unos 2 a 6 quilómetros por hora y la gente en bicicleta, entre unos 5 y unos 25 quilómetros por hora -- a este lado, y al otro lado, los que van en carro -- desde, no sé, 15 kilómetros por hora, pasando por las velocidades medias de entre 30 y 40 hasta mucho más, hasta ochenta y más kilómetros por hora. Se me ocurre que, estando ahí, pasando quizá a diario del uso de la bici al uso del carro, podrían abolir esta distancia que hace que ambas experiencias no sean equiparables, que hace que unos no puedan concebir la experiencia de los otros, superarla de esta manera específica, que es la que me parece sale, con justicia, de una experiencia humana de un tránsito cíclico al tráfico motorista : quedándose a un solo lado = dejando el carro, de una vez y para siempre, pues, sentido en la vida del ciclista, el carro es dañino, está mal, no sirve, es solo destrucción, destrucción humana y social.

Pero ellos, los transformers, los que conozco aquí en Cochabamba, no dejan el carro, y al mismo tiempo siguen usando bicicleta. ¿Cómo es que soportan pasar en las vías de ser la casi víctima a ser los probables verdugos? Imagino que mucho les ayuda a ello el precio de sus bicicletas, alto como para equipararlo al de sus carros. También, claro, el conjunto de las vidas de estos clasemedianos que pueden pagarse bicicletas caras, vida en que son imprescindibles las relaciones con los capataces de la injusticia, si es que ellos mismos no son parte de la gerencia de este sistema, vida en que les toca socapar, cómplices, o hasta participar, autores de la injusticia, debe servir de velo, tapa opacadora de lo real que viven. Y entonces, ciegos, ¿cómo pues van a ver eso que les revienta en la cara, que les embadurna sus ojos, su culpabilidad?

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