martes, 8 de julio de 2014

Qué mal me va, por Isaac Bashevis Singer

Perdí todo deseo de escribir. Sentía pereza en los dedos. Las plumas estilográficas me traicionaban, ya derramando tinta, ya reteniéndola. Era incapaz de leer mi propia letra. Escribía palabras saltándome letras, frases en las que faltaban palabras, cometía ridículos errores y escribía largas y repulidas frases. A menudo decía exactamente lo opuesto de lo que pretendía decir, como si un maligno diablillo literario hubiera tomado posesión de mi espíritu. Mis notas e incluso originales completos desaparecían. Pasaba las noches insomne. Dejé de recibir cartas. Nadie me llamaba por teléfono. A los pocos instantes de ponerme una camisa limpia ya la llevaba empapada de sudor. Los zapatos me dolían. Al afeitarme me cortaba. Manchaba de comida las corbatas. Tenía la nariz obstruida y apenas podía respirar. Me dolía la espalda y me salieron almorranas.

En el cuento "Schloimele", parte del libro de cuentos Un amigo de Kafka, Barcelona 1973

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