jueves, 5 de junio de 2014

Subiendo a Sacaba... o : Qué duro será pedalear al envejecer, si ahora que todavía no estoy tan viejo me cuesta tanto

El ciclista me dice que este no es su ritmo, que, si sigue así, va a detener su marcha. Y adelanta. Allá, donde acaba esta subida que tanto me cuesta -- ¡mi chicharra tiene solo veinte dientes! -- me espera, detenido. Volvemos a pedalear juntos, pero cada tanto pasa eso, que él puede más que yo. (Subida a Sacaba, de noche, la semana pasada.)

Estoy viejo. Subir me cuesta. (Siempre me costó.)

Y mi chicharra no es subidora.

Pero es que estoy viejo.

¿Qué haría con una de dieciocho dientes? ¿Nada más que pedalear en el mismo sitio, con las suelas sobre el piso? ¿Bicicleta estacionaria para mí, yo quieto?

Ay.

(Y aunque no me crean, así, con este texto, comienza mi celebrar el llegarme la edad, esta edad mía. Cosa con la que tranquilo estoy nomás.)

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